Presupuesto para Educación en pandemia

Por Paolo Mefalopulos, representante UNICEF.

La interrupción del aprendizaje de niños, niñas y adolescentes por efectos de la pandemia ha sido catalogada como una “catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”, por el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres. Por esa razón, su llamado a los gobiernos ha sido a abrir las escuelas -cuando la transmisión local esté controlada- y entregar señales claras con respecto a los presupuestos educacionales que faciliten los planes de recuperación de los ritmos de aprendizajes para la infancia y adolescencia.

En Chile, la pandemia ha dejado a más de 3,5 millones de niños, niñas y adolescentes viviendo un año escolar inédito, con experiencias de educación a distancia disímiles que han profundizado las diferencias socioeconómicas existentes. Un año escolar que ha generado impactos en sus vidas, desarrollo personal y proceso de aprendizaje. Cuando se les pregunta a niños y niñas su opinión sobre la educación virtual que tuvieron durante 2020, sus respuestas no son positivas y constatan lo difícil que ha resultado para ellos y ellas autoregularse, comprender las materias sin mediación docente y manejar sus estados de ánimo sin la contención emocional que le entregan el espacio educativo, sus profesores y grupos de amigos y amigas.

Según cifras del Ministerio de Educación, en la actualidad existen más de 186.000 niños, niñas y adolescentes fuera del sistema educativo, cifra que podría aumentar a más de 264.000 por el efecto que tendrá la pandemia en su escolaridad. Asegurar la continuidad educacional durante 2021 va a requerir de transformaciones, ajustes y cambios que implicarán aumentar el financiamiento a escuelas y liceos. No solo habrá que proveer de infraestructura digital a docentes y estudiantes (dispositivos, conexiones, programas), sino que profundizar la alfabetización digital para ambos, mejorar las plataformas y aumentar las interacciones entre estudiantes y profesores, ya sea presencialmente (si lo permite el control de la pandemia), o de manera virtual para retomar el aprendizaje, y fortalecer los programas que atienden a estudiantes con necesidades educativas especiales y rezago en el aprendizaje. En este contexto, resulta muy relevante que a nivel local se identifique a esos niños, niñas y adolescentes para desarrollar planes específicos de apoyo y seguimiento y evitar así, que se profundicen las desigualdades del sistema escolar.

Sin embargo, frente a ese panorama, un análisis preliminar al presupuesto presentado por el gobierno referido al sector educacional (incluyendo educación superior y el gasto en JUNAEB para este nivel) indicaría que éste disminuye en un 0,62% para el año 2021. Algunos ejemplos: en el caso de las subvenciones disminuye en 0,03%, manteniendo un presupuesto de continuidad; las transferencias corrientes (sin subvenciones) donde se encuentran -entre otros- el programa de reinserción escolar disminuyen en un 10,7%. Existe una subvención llamada Pro-Retención Escolar, que maneja el área de subvenciones, que también disminuye en un 3,7% para 2021. Resultan preocupante estas cifras, especialmente considerando que para disminuir las brechas de aprendizaje que se han profundizado este año, y retener a los estudiantes en riesgo de desertar, se requiere un esfuerzo mayor al de un año regular.

El año 2021 representará un desafío enorme para la educación en Chile. Será un año con educación mixta, a distancia y presencial, por los posibles rebrotes de la pandemia y el control sanitario que se requiere. Pero, sobre todo, debe ser un año donde el sistema educacional asegure la trayectoria educativa de todos los y las estudiantes, realizando los cambios necesarios para que ello ocurra, lo que debiera traducirse en señales presupuestarias claras para los establecimientos educacionales donde se educan niños y niñas.

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