Narrativa curricular

Ninguna institución educativa existe sin un currículo. Pero, un currículo no es un sinónimo de malla curricular, ni de sistema de créditos, ni tampoco es una colección de cursos y horarios.

Por el lado del espacio público, un currículo es un camino que se sigue para cumplir un compromiso formativo, expresado en un perfil de egreso como meta de una carrera, que una institución educativa hace a la sociedad, asegurando la certificación de un oficio o profesión en un nivel inicial. Al mismo tiempo, en una dimensión interna, en tanto sujetos partícipes de este proyecto educacional que es el Instituto, tener un currículo, articulado y validado por la misma comunidad, proporciona dirección y significado sistemático en el quehacer formativo, más allá del talento particular de docentes y estudiantes, administraciones de Escuela o equipos de gestión institucional.

Antes de este proceso, obviamente teníamos un currículo. La gestión del aprendizaje y la docencia se hacía desde el oficio y no por ello menos consistentes. Había claridad de parte de docentes calificados en formar autoría a través de proyectos y obras, mediante talleres generales, usando múltiples lenguajes. Pero, ni sus campos, ni sus estructuras estaban articulados como narración completa. Sus niveles de armonización, integración y sintonización con los cambios en el medio eran limitadas y poco flexibles. Se trataba de una estructura cerrada y atomizada a la que le faltaba interacción. Necesitábamos una actualización global y un diálogo reflexivo sobre lo que hacíamos, entre las Escuelas, al interior de las carreras y en vinculación con el entorno.

Para dar vida a un nuevo currículo fue necesario coordinar equipos directivos, equipos docentes y profesionales externos. Se constituyó una inteligencia colectiva poderosa, con visiones diversas y compromisos compartidos. El terreno estaba fértil.

Buenas capacidades conversacionales y anímicas, habilidades de escucha, de diálogo y acción efectiva evidenciada en resultados anteriores, adecuada red dinámica con el entorno, liderazgos directivos y experiencias previas de innovación curricular, junto a la pericia encarnada para enfrentar problemas aprendiendo en conjunto, fueron fortalezas importantes para asumir el desafío.

En este proceso nos constituimos en la práctica en una economía creativa. Aquella que propiciamos para el país, la comenzamos a vivir con anticipación en el presente. Implicó indagar con imaginación en los contenidos de valor expresivo que pudiese tener un currículo, tanto su significado cultural subjetivo (nuevos puntos de vista, narrativas, prácticas, conocimientos, motivaciones, espíritu crítico y cuestionamiento de límites), como los saberes a cultivar para potenciar talentos, autorías y obras. Con el correr de los meses se nos fueron instalando hábitos de reciprocidad, redistribución e intercambios. Experiencias creativas e información actualizada, aprendizajes colectivos, tiempos y resultados. Compartiendo roles, interpretaciones y beneficios en la indagación fenomenológica, develando los problemas fundantes de las profesiones y formalizando los hallazgos curriculares específicos.

Estamos seguros de que estos logros y las posibilidades abiertas son el fruto de haber instalado una conversación apasionada, durante tres años, con el foco puesto, con aprecio y respeto, en la identidad de nuestros estudiantes como sujetos con futuro. Ellos y ellas, con sus talentos contemporáneos, vienen a nuestro instituto, año tras año, a buscar una formación de calidad en conocimientos y saberes creativos, como un asunto valioso para sus vidas. La belleza de este ideal constituyó nuestro imaginario de significación fundamental.

Revisa aquí, la experiencia de rediseño curricular y sintonía con el medio.