La deuda de la educación TP

Por Claudia Paredes, directora de Educación de ONG Canales.

Los estudiantes técnicos de Chile estuvieron de aniversario, pero el país está en deuda con ellos. Setenta y nueve años han pasado desde que se instaurara el modelo del aprender haciendo y que hoy alberga al 40% de la matrícula de tercero y cuarto medio a nivel nacional. Se trata de más de 155 mil jóvenes que, coincidentemente, pertenecen a la población más vulnerable; mientras que las cifras de necesidad de capital humano en las industrias más importantes del país siguen en alza.

Según datos oficiales, antes de la pandemia se necesitaba entre 600 a 700 técnicos en Chile y los establecimientos de educación técnico profesional, tanto de enseñanza media como superior, sólo formaban el 38% de esta demanda. A más de un año desde que el covid-19 azotara nuestras vidas y profundamente el mercado laboral, los gremios alarman sobre la necesidad de cubrir puestos laborales, principalmente técnicos.

La ley de oferta y demanda pareciera no aplicar. Sin embargo, desde el sur de Chile, llevamos ya una década marcando precedentes. ONG Canales busca, como su nombre lo dice, construir conductos para que los gremios, las industrias y las empresas se involucren con la educación técnica y la hagan parte de sus modelos de productividad y formación de capital humano.

Porque sabemos que detrás de la formación de un buen especialista no sólo se necesita que aprendan recursos técnicos. Además de la necesaria especialización, se necesita que potenciemos las habilidades del siglo XXI, centuria que, por lo demás, ya inicia su segunda década.

Creatividad, colaboración y comunicación son características de las personas integrales. Las tres “C” que agregan valor y que los estudiantes logran desarrollar cada vez que experimentan en el mundo real, con compañeros de trabajo reales y problemas reales. No es sino en ese terreno donde la innovación, el pensamiento crítico y la resolución de problemas pueden desplegarse.

La deuda que tenemos como país es seguir conformando redes fructíferas de trabajo. Un cambio revolucionario es pensar que las empresas e industrias sean parte de la educación como parte de una política pública, pues ya no es suficiente la mera voluntad de quienes han entendido la importancia de este compromiso con la enseñanza media en beneficio del desarrollo de las industrias.

Ve la columna originalmente publicada aquí.