Centros de Investigación Internacionales

Por José M. Piquer Vicerrector de Tecnologías de Información y Comunicaciones Universidad de Chile.

Hace 30 años terminé mi doctorado en computación en Francia, en un centro de investigación llamado Inria. Me encantó su estilo, que buscaba la excelencia académica al mismo tiempo que aportar a la industria tecnológica francesa. De vuelta en Chile, me obsesioné con la idea de hacer algo parecido acá y pasé los 20 años siguientes buscando caminos para generar transferencia concreta desde la universidad al mundo productivo, tanto privado como público.

Y fue entonces que apareció el concurso que buscaba atraer centros de investigación internacionales a Chile, con un apoyo sustantivo en recursos, buscando sumar unos 6 millones de dólares al año, tanto desde Corfo como del centro mismo. Por eso, hace 10 años abandoné todo lo que estaba haciendo para dedicarme a traer al Inria al país. Armamos un equipo grande de trabajo, con los mejores investigadores en computación de muchas universidades locales, un excelente equipo de profesionales jóvenes motivados y un grupo grande de investigadores franceses que se entusiasmaron con la idea.

Después de unos 4 años de esfuerzo (desde convencer a los franceses de postular hasta convencer a la Corfo y al comité evaluador dos veces) fue aceptada nuestra propuesta casi completa. En ese entonces viví probablemente el momento más difícil que me ha tocado enfrentar en mi carrera académica: la Corfo aceptaba la propuesta, pero no me dejaba a mí ser su director (como siempre estuvo planteado), sino que pedía un francés que se viniera de Inria Francia a Chile. En vez de hacer un escándalo, preferí ayudar a que funcionara, elegimos un director francés y yo me fui a trabajar con él al proyecto. Estuve un par de años en el proyecto, vi cómo comenzaba a tomar forma y crecer, y lo difícil que era lograr los objetivos de aplicar tecnología de avanzada en una industria conservadora y desconfiada de la innovación como la local.

Hoy han pasado 10 años, y hay un gran cuestionamiento a estos proyectos, varios han cerrado sus puertas y no hemos visto muchas historias de éxito asociadas a ellos. ¿Es hora de reconocer un fracaso y cerrarlos todos? Creo que sería un terrible error abandonar estos centros ahora. Estos proyectos siempre son a largo plazo. Los 10 primeros años son casi experimentales y siempre fue iluso suponer que serían autosustentables a esta altura. Yo creo que hay un enorme potencial en la idea de tener centros de excelencia del primer mundo operando acá. Probablemente hay mucho que cambiar en el instrumento mismo, y probablemente corresponde hacer una evaluación estricta para ver quiénes merecen continuar. Pero abandonar este sueño cuando está cerca de lograr sus objetivos es simplemente absurdo.

Ve la columna originalmente publicada aquí.