IP-ARCOS

PRESENCIALIDAD, ¿DÓNDE TE HABÍAS MEETIDO?

Fotografía de una mujer saltando
Imagen vía Pexels.

6 de septiembre, 08:00 am, en las alturas de Peñalolén se respira ese airecito fresco de la mañana. Santiago centro es la segunda postal obligada – después de la cordillera, obviamente –, un espectáculo del cual podemos disfrutar sólo unas pocas veces al año, cuando cae una breve y esquiva lluvia de invierno. Estudiantes, docentes y funcionarios comienzan a llegar por el acceso de calle Acueducto, sorteando cada una de las medidas de cuidado implementadas en la sede: torniquetes, pediluvios, temperatura, lavado de manos ¡y pa’ dentro!

Es el inicio del segundo semestre y lo estamos realizando de manera presencial. Se trata de nuestro ansiado reencuentro luego de 18 meses trabajando y enseñando de manera telemática. Los funcionarios a sus oficinas, los profes y estudiantes a sus salas; ese debería ser el esquema habitual, pero no; seres humanos mirándose por primera vez luego de un año y medio viendo sólo pantallas. Ahí entiendes lo que significa ser mamífero, lo que significa ser humano.

El reencuentro es inevitable y los espacios abiertos se convierten por un momento en verdaderos centros de reunión. Todos fascinados por estar de vuelta, con sus mascarillas y cuidando el distanciamiento, pero felices de estar ahí, en vivo y en directo, donde la educación tiene lugar por definición.

Me instalo en mi oficina. El espacio es amplio y sobre el escritorio encuentro un kit de seguridad: mascarillas, alcohol gel y toallitas. Cada cierto rato las tías y tíos del aseo pasan a realizar una limpieza profunda del espacio. –Permiso, don Jorge, venimos a sanitizar su oficina –me dice una de las tías. Me levanto, dejo de hacer lo que estaba haciendo y les cedo la oficina durante algunos minutos para que realicen un aseo profundo. Es la nueva normalidad; es nueva y es normal. –Listo, don Jorge –me dice la misma tía, dándome a entender que ya puedo pasar nuevamente.

Es la hora del almuerzo, me dirijo al casino. Caliento mi comida en el microondas (la que me hice en la casa, porque algo bueno de la pandemia fue que me reencontré con la cocina) y me siento en una de las mesas. Saludo a mis comensales contertulios. Nos separa una lámina acrílica para poder comer en este nuevo escenario. Comemos, conversamos, volvemos a comer y nos vamos.

Son las 15:00 horas y llega el gran momento: mi primera clase post encierro. Subo las escaleras y ahí están ellos y ellas, mis estudiantes. –¡Son reales! –me digo para mis adentros; son la generación 2021 y este es nuestro primer encuentro sin pantallas. –¡Buena profe! –gritan al unísono. –Profe, es más bajito de lo que pensaba –añade uno de ellos. Sin duda, es el momento más emocionante y emotivo de toda la jornada. Nos ubicamos en el laboratorio, enciendo el computador y levanto los materiales que traía preparados para la clase. Lo hiperquinético que tuve en pausa durante 18 meses se desata y me apodero de la sala como antaño. Me muevo para escribir en la pizarra, me muevo para señalar algo en la presentación, me muevo para explicar algo, estoy en mi elemento. Un segundo grupo de alumnos siguen la clase por Meet, así que la clase es todavía más dinámica, tengo dos públicos en el mismo lugar.

Termino la clase con el corazón llenito. Vuelvo a mi oficina, recojo mis cosas y me dispongo a volver a mi casa. Ya en la micro, se me ocurre subir una historia a Instagram y preguntar qué tal estuvo el retorno; los resultados son abrumadores, un 98% del público está feliz con el regreso y muchos incluso piden que sean full presencial.

Es la maravilla del regreso, que no sabemos cuánto durará. Ojalá fuera permanente, pero sabemos que la pandemia continúa ahí afuera. El corazón sigue lleno, y durante el resto de la semana el regreso a la presencialidad sigue siendo el gran tema de conversación en salas y pasillos, e incluso en las casas. ¡Como te echaba de menos, querida presencialidad!


Por Jorge del Campo
Coordinador Comunicación Digital, sede Peñalolén
Instituto Profesional ARCOS