Aborto libre: Un paso decisivo para el desacoplamiento del orden heteropatriarcal

El debate contemporáneo respecto del aborto se ha desarrollado en distintos niveles. Por una parte, desde el plano individual como una decisión personal fundada en el pleno ejercicio de la autonomía; en el espacio comunitario, de pertenencia, donde se configuran las relaciones sociales que pudiesen favorecer y/o obstaculizar el proceso; así como en áreas institucionales y estructurales que organizan lo social. En consecuencia, los sistemas e instituciones que intervienen en el debate son los educacionales, jurídicos, legales, salud, político y económicos. Todo lo anterior además ha sido cruzado por un enfoque tradicional conservador, que considera moralmente inaceptable el aborto en cualquier contexto, no sólo estigmatizándolo, sino también impidiendo su reconocimiento aun cuando se trate de una práctica ancestral.

Resulta paradójico que, al indagar en los hilos de la memoria de las mujeres, el aborto haya tenido un lugar desde orígenes atávicos, siendo parte de la constelación de saberes históricamente transferidos entre ellas, para el control de la reproducción y fertilidad. Incluso en el período de la Edad Media, con la fuerte influencia del poder eclesiástico, tales prácticas eran percibidas como una amenaza a la estabilidad moral, económica y social, generando como consecuencia de ello, procesos de criminalización y disciplinamiento en los cuerpos de las mujeres por medio de la caza de bruja (Federici, 2010). Situación similar ocurrió con el proceso de colonización del territorio latinoamericano que, mediante dispositivos de ordenamiento total de los cuerpos “otros” y la imbricación de un patrón de dominación patriarcal desde occidente, cosificó y satanizó aún más la sexualidad de las mujeres indígenas y negras. En esa misma línea, y siguiendo la reflexión de Rita Laura Segato, el “contrato sexual” en el “mundo-aldea” se encontraría expuesto, mientras que, en la modernidad, el contrato sexual se disfraza por medio del lenguaje del “contrato ciudadano”. Ello supone una cooptación de la esfera pública, disfrazando las diferencias por medio del concepto de “ciudadanía” y su promesa de igualdad.

Los debates actuales sobre la ciudadanía, reflejan los cambios históricos relevantes ocurridos en el último siglo, donde no sólo se ve reconfigurado el ordenamiento Estado-nación, también demuestra rasgos que adscriben las diversas expresiones de ciudadanía, más o menos estables, particulares según el territorio e incluso contradictorias considerando el fenómeno de la globalización. En este sentido, la demanda por aborto legal que ha impulsado la internacional feminista en distintos países representa en parte esa transformación de la institucionalidad de ciudadanía que plantea Sassen (2003), la cual, desde una crítica feminista al derecho internacional, busca instalar una ética de cuidado y construir un nuevo trato de relaciones sociales en los circuitos transfronterizos, capaz de quebrantar el orden que mantiene la exclusión y marginación de las mujeres en el contexto de la economía global.

En la perspectiva internacionalista, por ejemplo, es indiscutible el significativo y audaz avance promovido por el Movimiento Feminista Argentino en relación a la demanda por aborto legal que, si bien instaló en el debate el tema como salud pública, también lo hizo en perspectiva de derechos humanos, del reconocimiento de la autonomía sobre los cuerpos gestantes, y como una realidad presente y persistente en contextos de clandestinidad (donde el riesgo de muerte de las mujeres se exacerba en sectores socioeconómicos más postergados). Por ello, toma gran significación que esta lucha haya logrado despenalizar “socialmente” una práctica ancestral, haciéndolo público, desafiando además el régimen político de la maternidad obligatoria en una sociedad patriarcal que responsabiliza mayoritariamente a las mujeres de los métodos anticonceptivos, el trabajo reproductivo y doméstico.

En Chile la demanda por aborto libre, seguro y gratuito tiene otro cariz de resistencia. Pese al avance en la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en 3 causales, en septiembre del 2017, éste no ha estado exento de complejidades por el accionar coercitivo de la Iglesia y la derecha conservadora, hoy en el Gobierno. Las instituciones de salud privada que suscriben convenios de prestaciones gineco-obstetricia con el Estado, y reciben financiamiento público, han interpuesto recursos de protección para resguardar sus intereses, en desmedro de los derechos de las mujeres, y el Ministerio de Salud ha generado trabas para su implementación por medios de los reglamentos.

El Movimiento Feminista Chileno ha logrado consolidar su fuerza mediante el actual proceso de alzamiento que se enmarca en la tercera ola, promoviendo transformaciones sustantivas para la vida de las mujeres, las disidencias sexuales y la sociedad en su conjunto, logrando incluso impactar las biografías y cotidianidades. Con ese mismo ímpetu es que se prepara para la 6ta Marcha Nacional por el Aborto Libre, a realizarse este 25 de julio, desbordando el espacio público como protesta y resistencia política.

La lucha por el aborto libre supone la reescritura de la historia de las propias mujeres, un reconocimiento y cuestionamiento al disciplinamiento sobre nuestras corporalidades, y, por ende, pone en jaque un orden social, político, económico y moral que, para su preservación, busca perpetuar sus dispositivos de dominación y desigualdades inherentes. Las mujeres y feministas de hoy comprendemos que esta lucha es un paso decisivo para su desacoplamiento, en pos de una sociedad radicalmente democrática, justa y libertaria.

Bibliografía
Federici, S. (2010). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid, España: Traficantes de Sueños.
Sassen, S. (2003). Contrageografías de la globalización. Género y ciudadanía en los circuitos trasnfronterizos . Madrid, España: Traficantes de Sueños.
Segato, R. L. (2016). La guerra contra las mujeres. Madrid, España: Traficante de Sueños.

Cinthya Jara Riquelme es Trabajadora social y activista feminista.

Esta columna fue publicada por Antígona feminista y puedes también consultarla aquí.