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ELIZABETH OLGUEA LUCERO: AUXILIAR DE LOGÍSTICA DE I.P. ARCOS CASA CENTRAL PEÑALOLÉN

“Yo lo miraba bien distinto a como lo miro ahora. Participé de una de las marchas del 8 de marzo, lo hice más que nada por mis hijas. Son ellas las que están metidas en el movimiento social, de manifestar y participé con ellas. Me gustó la experiencia. A partir de eso, lo hacemos ahora cada año. Me hicieron acompañarlas para todos lados. Marché con ellas a todos lados. Ahí empecé a tomar el significado del porqué las mujeres se manifestaban, y porqué se marchaba, sobre todo mi hija mayor”, relata Elizabeth Paola Olguea Lucero, Auxiliar de Logística de I.P. ARCOS en Casa Central Peñalolén

Elizabeth Olguea

A mí ya no me nace salir como a mis hijas, pero sí me gusta escucharlas, cuando me cuentan lo que hicieron. El hecho que ellas vayan, participen, hagan notar y valer lo que ellas sientan que son sus derechos, yo las aplaudo y valoro. Convocatoria que haya allá están mis hijas pegadas, le perdieron el
miedo, se expresan mejor
”, cuenta orgullosa.

Me encantó ver a mi hija empoderada, marchando con el torso descubierto y con las marcas de sus manos en los pechos. Éramos muchas mujeres, eso me gustó, me emocionó. De hecho, después de esas marchas, mis hijas se definieron ellas mismas en cuanto a su orientación sexual. De primera me sorprendió, pero conociendo a mis tres hijas, no me podía ir en contra, pueden hacerlo a mi espalda, pero agradezco la confianza y que sean como son. Me alegro. Y tengo que reconocer que en ARCOS aprendí mucho sobre la diversidad, a tratar a las personas, a no discriminar a nadie. Aquí aprendí mucho, se me hizo más fácil. Y como se vistan, como se peinen o como sea. Esta es ahora mi lucha”, lo dice empoderada.

Y sobre cómo se prepara cada 8M, cuenta que “yo soy de las que pone carteles en la casa, escucho música de mujeres, veo la televisión. Voy a las marchas con mis hijas y cuando no, llego igual para ir buscarlas. Pero, sobre todo, pongo carteles. Ponemos mensajes de los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual, el derecho al aborto. Mi hija mayor siempre pone mensajes referidos contra a la violencia, como ‘no es no’”.

En lo laboral también indica que se necesita un cambio, pues “no creo que haya igualdad de oportunidades. Yo he trabajado en varias partes, aquí he durado un poco más, pero en la mayoría de los trabajos catalogan a las mujeres con menos capacidades para realizar un trabajo que es más valorado en los hombres. Se toma como que la mujer es para la casa y los hombres para el trabajo, pero no ven todas las mujeres que han sacado adelante a sus familias sin una pareja al lado, y si es capaz de eso puede hacer cualquier cosa, una empresa, no sé. También hay desigualdad salarial, a veces mujeres y hombres hacen el mismo trabajo, pero les pagan menos, no valoran monetariamente a las mujeres y da rabia esa desigualdad, también las diferencias históricas. Antes no teníamos derecho ni al voto, ni a estudiar. Cuando veo películas que abordan esos temas me molesta, porque hoy soy más consciente de esa desigualdad y ahí donde una dice ojalá algún día pueda haber cambios. Lo veo todos los días, en la micro, en mi barrio, en el metro, en la televisión, los femicidios”.

En ARCOS vive una experiencia distinta a otros espacios donde ha trabajado, cuenta. “Este Instituto es expresión, es arte. También trato de mostrar mi experiencia con mis hijas, lo que significó para mí entenderlas, para también entender al resto.

Un día hubo una performance en el frontis de ARCOS para el Día Internacional del Orgullo Gay y no faltó el que comenzó a criticar desde afuera del Instituto a los jóvenes de ARCOS. Un estudiante le dijo al caballero ‘si no le gusta váyanse, y yo intervine y le pedí que se retirara, porque los chicos están aquí expresando lo que son’. Fue muy heavy, porque no lo conocía, sentí rabia, lo encontré ignorante y ahí sentía que tenía que defender a los chiquillos. Es que no puedo dejar pasar esas cosas, me gustaría que otra persona también defendieran a mis hijas si viven algún tipo de discriminación”.

Finalmente, Elizabeth recuerda a sus referentes de vida. “Mi madre Mirna. Ella es la que siempre vi batallar, luchar y pelear por sacarme adelante en la vida. Era madre soltera, una mujer adulta que me tuvo a los 33 años. Paso las de Quico y Caco criándome. Si bien estaba mi padrino, que era su hermano, que aportaba monetariamente, mi mamá tuvo que soportar mucha crítica de donde yo vivo. De hecho, mi papá iba a verme esporádicamente, pero yo me acuerdo que mi madre era muy criticada por tener una guagua sin casarse. Recuerdo que a mí me veían en la calle y yo escuchaba comentarios como la ‘guacha’. Ella fue muy mal mirada, pero aperró por sacarme adelante solita. Sufrió mucho también, pero aun así me dio todo. Mis estudios y cariño, porque era muy cariñosa. Mi padrino también me ayudó mucho, pero mi madre es la persona por la que yo me saco el sombrero. Ella trabajaba mucho para que a mí no me faltara un plato de comida, zapatos. Yo le preguntaba ‘¿mamá, cómo lo haces?’ y ella me decía ‘usted no se preocupe’. Yo me sorprendía.

Yo quisiera parecerme a ella, era una mujer valiente, aguerrida. Creo que es mi referente más importante. Lo que soy se lo debo a ella y trato de copiarla como mamá”, cierra emocionada su relato 8M Elizabeth Olguea Lucero.