La comunidad educativa de Chile aceptó el desafío. Ante la adversidad, donde la pandemia no permite seguir viviendo la experiencia educativa como hasta ahora se hacía, la gran mayoría de estudiantes, así como docentes, funcionarios y directivos -con audacia a la vez que con incertidumbre- han asumido el reto de experimentar nuevos modos de vivir el aprendizaje sin asistir a los recintos educacionales y utilizando nuevas tecnologías disponibles. Conscientes que el sistema educacional, salvo excepciones, no estaba preparado.
Una disyuntiva fue congelar la actividad docente hasta que la pandemia sea controlada y volver a clases, en unos meses más pensado con optimismo, cuando podamos realizar la actividad docente del modo que siempre lo habíamos realizado. Esta postura que pudiera entenderse respetable, es profundamente conservadora. Nadie tomó ese camino, además, se pierde el año académico.
Otra posibilidad que ha aparecido en algunas comunidades educativas es también congelar la situación y que no se realice ninguna actividad docente mientras no tengamos perfectamente resuelto los problemas que presenta innovar en la emergencia, y se pueda implantar colmadamente una nueva modalidad de educación online. Parece razonable pero es también una postura conservadora, además que se pierde valioso tiempo.
Nuestra infraestructuras, tecnologías y ergonometrías educacionales no están desplegadas sino para clases presenciales, adaptarlas plenamente puede durar más que la pandemia. Nuestros docentes hacen lo que saben y la mayoría lo viene realizando con maestría en las condiciones de la presencialidad, algunos, más nativos digitales, podrán en breve lapso adoptar y adaptarse a las nuevas modalidades online; sin embargo la mayoría deberá asumir un proceso de aprendizaje que, para estar plenamente perfeccionado requerirá de algún tiempo. Las y los estudiantes, probablemente dada su cotidianidad digital, estén capacitados e incluso expectantes, pero se enfrentan, particularmente para quienes la gratuidad es su oportunidad de estudiar, a precariedades referidas a disponibilidad de hardware y software y a la calidad de su conexión virtual.
Las posturas conservadoras parecen razonables pero suponen congelar la vida y que, en los hechos, EDUCACIÓN 2020 sea recordado como un año perdido para la docencia, y no como tiempo de evolución, es decir, para vivir –aún en circunstancias de pandemia- una experiencia transformadora en el proceso educativo.
Prácticamente todas las instituciones de educación en sus niveles escolar y superior han resuelto recorrer con audacia, responsabilidad y resolución el camino de dar continuidad a los procesos educativos; aún conscientes de importantes problemas a resolver en el camino, con prontitud y diligencia. Así ha sido en Chile y en todo el mundo. Habla muy bien de las comunidades educativas y de su compromiso con no perder tiempo y continuar con pasión la siembra de un mejor futuro.
El desafío de la educación online trae variadas complejidades, como volver a la idea añeja que educar es transmitir información, desatendiendo que educar es, ante todo, vivir una experiencia de transformación; que se vuelva a creer que la formación es un asunto de cada cual e invalidar las indispensables prácticas de las comunidades de aprendizaje; que se involucione en cuanto a la compresión moderna de la educación como un proceso racional a la vez que emocional/biológico. Estar observantes ante estos y otros desafíos y re-mirar el futuro como una necesaria ecuación de trabajo online y presencial, puede convertirse en una gran contribución de este tiempo de desgracia a la educación.
En lo inmediato, el Estado debe asumir resueltamente facilitar los medios a estudiantes que no los tengan a su alcance para dar continuidad a su experiencia educativa, ahora en modalidad online. Las empresas tecnológicas pueden hacer hoy una importante contribución, que sin dudas les beneficiará a futuro. Las instituciones educacionales hacen su propio esfuerzo disponiendo de chips para la comunicación y tomando medidas comprensivas frente a compromisos financieros contraídos por estudiantes ante los problemas que crea la pandemia en las familias.
Es obvio que la manera de enfrentar la desgracia no es postrándose ante ella. La pandemia se derrota con medidas urgentes e innovaciones sanitarias, pero también la adversidad se asume continuando con la vida, no congelándola. Con responsabilidad, pero en un resuelto espíritu de innovación y audacia, conscientes que hay mucho por resolver y reflexionar cuando habitamos nuevas experiencias. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, recuerdo haber cantado en vigentes tiempos de cambios.
José Sanfuentes